CINE ARGENTINO Y LA MARGINALIDAD- El Polaquito






¿Es posible rescatar a los pibes de la marginalidad que nos muestra Desanzo en “el polaquito”?

Mi hipótesis es que la sociedad ya se acostumbró a que esto suceda, y es poca la gente que se anima a meterse en este círculo de marginalidad y sacar a los pibes de la calle, pero a algunos le es más fácil mirar hacia otro lado, como los políticos, la justicia y hasta el laburante, que también lo ve y no hace nada para que esto cambie.
El Polaquito es una película argentina, del año 2003, escrita y dirigida por Juan Carlos Desanzo. Protagonizada por Abel Ayala (el polaquito), un pibe de la calle de 13 años, que se gana la vida cantando tango en los vagones del tren. El polaquito labura para el Rengo (roly serrano), capanga de la estación de constitución, que está arreglado con la policía (Fabian Arenillas) de la comisaria de la zona que vienen a buscar plata y favores personales, como sexo con pibas de la calle, como, por ejemplo, La Pelu (Marina Glezer), que trabaja de prostituta y es nueva en la estación. El polaquito se enamora de ella y junto con su amigo La Vieja (Fernando Roa), un pibe rastrero que sólo vive para robar, van por toda la capital buscando oportunidades para vivir un poco mejor. El polaquito empieza a hacerle la guerra a el rengo y a la policía, para dejar de ser explotados así poder huir de la ciudad.
Todo lo que nos muestra el director a lo largo de esta película es una junta de todas las cosas que vemos en la calle y no nos metemos, que preferimos esquivar, para “no tener problemas”, y nunca pensamos en lo que hay detrás. Hay que dejar en claro la tarea esencial del director de esta película Desanzo, que para buscar al personaje principal del filme fue a un refugio de pibes de la calle donde hizo una audición, y de ahí salieron Abel Ayala, actor principal (con una historia de vida similar a la del polaquito) y La Vieja, actor secundario de esta obra, obra que nos muestra la peor cara de la ciudad de buenos aires, un filme realista, crudo, y doloroso. También podemos decir que es una película de denuncia, para abrir los ojos, de emoción y reflexión.
“La calle, lentamente, se transforma en un terrible monstruo que envuelve a la ciudad y pare seres amorfos que eliminan el amor y ponen en marcha el egoísmo, la soledad, la miseria y la más absoluta de las tristezas”. Dijo Desanzo en una nota luego del estreno.
La estación de trenes de constitución y sus alrededores se convierten en el lugar más oscuro de la capital, y lamentablemente esto no cambió para nada al hoy, donde vemos a los pibes jalando poxiran o mangueando una moneda en las ventanillas para comer o drogarse. Pibes sucios, desalineados, descalzos, a la vista de todos nosotros, que los miramos desde arriba y pocas veces le damos una mano. Pasa lo mismo en “pizza, birra, faso” (Caetano y Stagnaro 1998), donde los protagonistas que viven en la calle usan su parada central en pleno centro de la ciudad, a la vista de todos, y vuelve oscuro todo el microcentro porteño donde los pibes se pasean buscando algo para comer, o algo para chorear.
Lo que nos muestra esta película en el polaquito es a un pibe que tiene todos esos problemas, de no comer, de no tener zapatillas nuevas, de no tener una familia, pero que, así y todo, se las rebusca para no delinquir, y no se refugia en la droga, sino en el amor de su nueva compañera La Pelu, que es lo que lo moviliza en seguir adelante y hacerle la guerra al Rengo. Pero nos deja en claro que alrededor de él, el juego es sucio y doloroso, que nadie lo puede ayudar, que la policía lo quiere violar en un vagón de tren, que las únicas monedas que junta para comer se las sacan de las manos, que lo golpean, que no tiene amigos, y que está solo.
“Los seres que deambulan en la calle tienen un solo destino: morir o esperar despiertos para que los alcance la muerte, el destino de esperar el sol y esperar la vuelta del ciclo, el nacimiento del monstruo y el inicio de la agotadora jornada para recuperar fuerzas e intentar sobrevivir una noche más” palabras del director de “el polaquito”.
en esta película se observa claramente la explotación infantil, el abuso de poder y la marginalidad total, de los pibes de la calle, guiados por autoridades de la justicia como la policía, y mafiosos de la zona. En el Polaquito vemos a un pibe que empieza a darse cuenta cuando conoce a la Pelu, que lo que les están haciendo no es lo correcto, el canta en el tren y el rengo le saca la plata y lo golpea, sin dejarle ni siquiera monedas para comer, y a la Pelu, siendo obligada a tener relaciones con gente de todo tipo. Por otro lado, tenemos a la Vieja, cómplice del polaquito, que tiene otra mentalidad, la del chorro que quiere comprarse zapatillas nuevas y vivir bien, pero que a medida que pasa el tiempo quiere un poco más, (pasa de robar unas zapatillas con ayuda de su amigo a robar un restaurante con un arma de fuego). En el rengo vemos a un tipo desagradable, mayor, borracho, mafioso, que usa a los pibes y los amenaza, también está ligado al poder de la policía que vienen a cobrar esos favores con sexo y dinero. Un círculo vicioso que les sirve a las dos partes. También aparece en escena la familia del Polaquito, cuando éste va a buscar a su madre a la villa y está siendo golpeada por su padre, el polaquito ve toda la situación rodeado de todo el barrio, y le pega con un palo a su propio padre, acto seguido, su madre se enoja con el Polaquito y lo echa al grito de “¿Qué le hiciste a tu papá, por que le pegaste?”. En esta escena vemos otro acto de violencia familiar y falta de afecto hacia un hijo, que genera nada más que impotencia.
“Filmamos medio clandestinamente. Ensayábamos las acciones, camuflábamos la cámara de 16 mm, poníamos marcas en el suelo y grabábamos mientras la realidad transcurría. Constitución es un habitat muy duro, una especie de zoológico donde se duerme, se coge, se cocina, se hacen juegos. Y a los que están ahí, ni se les ocurre irse a otro lado. Los pibes no pueden volver a sus casas, porque el padre se viola a las hermanas, o les pega. No saben cómo escapar”. Contó Angel O. Espinoza (co-escritor de “el polaquito”)
No todo en este tipo de películas es dolor y golpes bajos, también nos deja ver por momentos en que los pibes, son niños y tienen minutos cortos de felicidad, por ejemplo cuando “el polaquito” juega a los videojuegos con la pelu, se ríen y son felices por un instante, se alejan de toda la marginalidad, se olvidan de la vida por un momento, algo similar a lo que pasa en “crónica de un niño solo” (Leonardo Favio 1966), Cuando, Polín, el protagonista, un pibe que camina por una villa miseria, en soledad, juega con un caballo que encuentra en la calle, después de haber sido golpeado, y humillado durante a lo largo de todo el filme.
La historia de Desanzo llega a su fin cuando El polaquito se entera que la Pelu está embarazada y cree que es de él, por eso va a hacer lo imposible para luchar por los tres. El polaquito va juntando la rabia, las cosas le salen mal, y cuando se entera que el rengo le hizo abortar a la Pelu, explota, consigue un arma, jala poxirán y lo va a buscar. En el final, todos queremos que el polaquito apriete el gatillo y termine con el rengo, pero una vez más, nos da una enseñanza, de que “el polaquito” no es eso, sigue siendo un pibe bueno, inocente, un pibe de la calle, con bronca con impotencia, un pibe que nadie rescató, pero nunca un asesino.
así termina ahorcado con una bufanda, en plena estación constitución, colgado, muerto, a la vista de todos, por el rengo y sus secuaces. El golpe a golpe del filme pega a lo último en lo mas bajo cuando con una placa negra se cita “El expediente judicial que investigó la muerte de El Polaquito fue cerrado y archivado como suicidio”, sacudido por un tango de Goyeneche “naranjo en flor” que reza: “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir.” Piel de gallina, y un silencio estremecedor.
“El Polaquito” nos muestra que todo esto ocurre en una de las estaciones de trenes más concurridas de la capital, a la vista de todos, y lo importante de elegir ese lugar es que la gente pasa y ve todo, sin meterse, y es por eso, por lo que no hay modo de que esto se termine, si seguimos mirando para el otro lado. Si la sociedad hace la vista gorda, si la policía se maneja con la mafia del lugar y si la familia es una familia ausente, si los lugares de menores no son más que una cárcel de donde los chicos quieren escapar. Pero entendamos que ellos no tienen la culpa, los pibes sólo serán movidos por sus impulsos, de amor, de violencia, de locura y de inocencia. Peleando contra un sistema que los tiene atrapados, olvidados e “invisibles”, y nosotros, en silencio, siendo cómplices de todo.
 “Si yo grito sola que la historia del polaquito me conmueve, solo a mí, no hace ruido, en cambio si somos cincuenta o cien gritando que estas historias no tienen que volver a pasar, se escucha más”. (Marina Glezer “La Pelu”)
Esta vez, fue “el Polaquito” quien “dejó un pedazo de vida y se marchó”. Y fuimos nosotros, los que lo vimos y no hicimos nada para cambiarlo.

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